Cortapisa
es uno de los nombres que recibe en nuestra tierra la ‘tijereta o cortapicos, un
insecto dermáptero de cuerpo alargado, cabeza con antenas
articuladas y abdomen que remata en una especie de pinzas’. Trabaja
en la oscuridad y durante el día permanece oculto, generalmente bajo
las piedras: El coco que había
debajo de la piedra era una cortapisa.
Este nombre emplea en localidades de las comarcas de Los Barros y Zafra, en algunas de ellas abreviada en corta como en Santa Marta, Fuente del Maestre y Los Santos de Maimona.
En otras zonas dialectales y en gran parte de Extremadura recibe el nombre de cortapicha (Una amplia zona que se extiende desde el centro de la provincia cacereña por todo el oriente de Extremadura), forma que hacia el suroeste se van transformando en otras variantes como cortacucas (Puebla de Obando y La Roca de la Sierra), cortapito (Coria), cortapija (Azuaga, Quintana de la Serena, Orellana de la Sierra), cortapiche (Valle de la Serena, Fuente del Arco, Cabeza la Vaca), cortapies (Arroyo de San Serván, Villanueva de la Serena, Garbayuela), cortatijeras (Bienvenida, Fuente de Cantos, Berlanga, Hornachos)… y otros ejemplares aislados en determinados puntos como cortaza, cuchilleja, estenacillas, raspacuartos, muerdihuye, etc.
Finalmente el nombre académico de tijeretas se localiza, según informantes, en el suroeste de la región incluyendo ciudades como Badajoz, Mérida y Almendralejo cada vez más alejadas de la cultura rural.
El origen de las variantes dialectales hay que rastrearlo en la forma cortapicha o cortapichas, de la que cortapisa es un eufemismo para evitar por pudor la que se considera una palabrota que alude a los genitales.
Pero este es solamente el final de la historia. De una historia enterrada por los escombros del pasado cuyos restos hay extraer con la curiosidad y pericia del arqueólogo.
Para ello hay que remontarse al latín centipes o centipedia (compuesto de centun 'cien' y pedis 'pies'). ¿Pero qué pasó para que la palabra ciempiés se convirtiera cortapichas? Dos mil años de cambios lingüísticos mientras pasaba de boca en boca adaptándose a las peculiaridades lingüísticas de los diversos pobladores que se disputaban la Península. Vayamos por partes:
Los romanos llamaron a la escolopendra y al ciempiés, centipes o centipedia, de donde pasó al romance medieval como centipea (portugués actual cetopeia) y de aquí al mozárabe o árabe andalusí como čincipesa, gingibansa y variante como gingibadisa.
Así pues, esta gingibadisa, se fue alejando cada vez más de sus orígenes latinos, hasta que hacia el 1500 Pedro de Alcalá recopiló un vocabulario arábigo en letra castellana, esencial para conocer el árabe andalusí. En él aparece una forma tan poco reconocible como çubcipicha por ‘cientopies’ (Ver documentos abajo). Pero çubcipicha al pronunciarlo los reconquistadores castellanos lo amoldaron a su lengua y caudal léxico como cortapicha por el cerco abdominal que semejan unas pinzas o tijeras.
Nombre que, si bien es cierto, se refería en principio a la escolopendra o ciempiés, terminaría aplicándose a otro animal más común, cercano y diminuto como es la tijereta con la que se quiso ver cierta relación sin entrar en detalles.
Este nombre de cortapicha o cortapichas ha quedado en diferentes hablas dialectales de la Península, siendo también el de mayor extensión y vitalidad en Extremadura; dando pie, mediante sinónimos populares alusivos al miembro viril, a creaciones tan expresivas como cortacuca, cortapija o cortapito, como ya se ha dicho.
Y a eufemismos como cortapisa para evitar por pudor la susodicha palabreja. Forma que es la que se emplea en nuestro pueblo. O cortapicos que registra el Diccionario de la L. E. desechando la más extendida de cortapichas por considerarlo una simple palabra malsonante de extracción vulgar. Y como tal la recogen los Diccionario de argot de español, como el de Víctor León, dados los escrúpulos de la Academia por legalizarla pese a ser el de más rancio abolengo.
Luis Berenguer emplea cortapichas (un cortapichas) en «El mundo de Juan Lobón» novela que explora las posibilidades expresivas del habla popular de la Baja Andalucía (tal vez confundiendo también a la escolopendra con la tijereta):
—¿Qué creerás que ha hecho esa tunanta?
Con lo que la Encarna había dado golpes no fue con una tranca, sino con mi escopeta y le rajó la caja.
—Es que había un cortapichas muy grandísimo y me asusté.
—¿Un cortapichas?
—Y si no salgo a tiempo, te quedas sin la escopeta, ¡valiente tía! —decía Pablo.
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