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ALBERCHIGAS Y ALBARILLOS |
En nuestra localidad se llama albarillo a lo que en general se llama albaricoque, un fruto carnoso de color amarillo del tamaño de una nuez con hueso liso del que se desprende fácilmente a diferencia de la albérchiga que es mayor y pulpa más unida al hueso que es de exterior rugoso. Te cambio un güeso de albarillo por tres de cereza
La álbérchiga es más conocida fuera de nuestro entorno como melocotón. El árbol que las produce se llama alberchiguero (y no melocotonero). En el huerto hay un alberchiguero que da unas albérchigas muy dulces.
Los diccionario vienen registrando estos nombres de frutos como variedad del albaricoque de color blanquecino, el uno; y del melocotón, el otro. Como en Castilla. Siendo así que en Feria no hay tales distingos, siendo los nombres tradicionales en lugar de albaricoque y melocotón de introducción reciente (la fruta y el nombre).
Albarillo, es diminutivo de albar ‘blanco’ que suele aplicarse a algunas plantas, derivado de albo (latín albus ‘blanco’). El nombre albérchigo procede del mozárabe al-berchigo ‘el pérsico’, a través del latín persicum ‘melocotón’ por abreviación de malum persicum; propiamente ‘fruta de Persia’.
El hueso o semilla del albarillo era utilizado por los zagales para hacer una especie de pito practicándole por desgaste un agujero en una de sus caras. También se lo disputaban en sus juegos (pares y nones, la raya, la repiangola). El de albarillo era el de más valor (5), le seguían el de bruño (4), ciruela (3), cereza (2) y guinda (1). O sea que un güeso de albarillo valía por cinco de guindas.
Además de en Feria, su uso se extiende por la provincia de Badajoz, reapareciendo en algunos puntos de Andalucía con referencia a una especie de albaricoque. Tal como lo atestigua ya el «Diccionario de Autoridades» (1726):
ALBARILLO: Especie de albaricoque mas pequeño que los comunes, blanco, mui oloroso, dulce y tierno, que despide con mucha facilidad el huesso, dexando descubierta la almendra con mui poca fuerza que se haga al abrirle. Llámanse assi en Andalucía para distinguirlos de los damascos, y de otras diferencias de albaricoques.
El escritor costumbrista andaluz Estébanez Calderón emplea la palabra albarillo en una de sus «Escenas andaluzas» (1846):
Perfumaban el aire las limas acimbogas, cidras y limones, mientras que en azafates de juncos, diestramente pintados y aunados los colores, se dejaban ver la guinda y garrafales de la Serranía, los damascos y albarillos de Aracena, las cermeñas y perillas de olor y la damascena, la claudia, la zaragozí, la imperial y los cascabelillos de los jardines y vergeles del paraíso de Andalucía.
También Camilo J. Cela en su «Viaje andaluz» (1977):
Fernán-Núñez es pueblo famoso por sus plantíos de árboles de fruta —almendrales, les dicen—, que crían la ciruela aguanosa y el albarillo de pepita dulce.
J.J. Becerra utiliza albarillo en su relato «La canica de cristal» (Memorias de un zagal del pueblo):
Pero solo es una canica de gua. No vale nada. Anda que no. Por lo menos vale una perra gorda, no te creas. A lo mejor la cambié por un güeso de albarillo, por un pizarrín de manteca o por dos cohetes de esos que chisporrotean tras refregarlos por el suelo. Vete tú a saber… Quizá, por un vale de la dotrina.
©Juan-José Becerra Ladera
VOCABULARIO POPULAR DE EXTREMADURA
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